La final del Mundial esta tarde y el primer amistoso de pretemporada ganado ayer por el Betis al Nottingham Forest marcan el cierre de la temporada 2017-18 y el inicio de la 2018-19. Es buen momento para hacer el postergado balance de la temporada pasada del primer equipo del Betis, y los primeros comentarios sobre la temporada que se avecina.
El notable alto que merece la temporada pasada debe atribuirse fundamentalmente, sin duda, al trabajo del equipo técnico de Setién –con su implantación del juego de posición como modelo– y a la aportación de la cantera del club al primer equipo. No menospreciamos, en absoluto, el trabajo de la directiva y de la dirección deportiva, en primer lugar por ser responsables del fichaje de Setién y la organización de la cantera, y en segundo por la recuperada estabilidad del club y el saneamiento de sus estructuras deportivas; pero en cuanto a diseño de la plantilla su trabajo ha alternado grandes aciertos (Barragán, Guardado o Bartra) con decepciones en las grandes inversiones (Camarasa, Boudebouz, y en menor medida Tello y García).
Primera vuelta
La temporada bética siguió una trayectoria que parece típica en los equipos que se estrenan en este modelo de juego (como pasó con el City en la 2016-17): un inicio eufórico, una caída abrupta de rendimiento y una exitosa estabilización final, que en el Betis abarcó casi toda la segunda vuelta, desde el partido ante el Villarreal de la 22ª jornada de Liga.
En lo táctico la primera vuelta bética –en sus partidos buenos y en los malos– se caracterizó por un juego ultraofensivo que dio como resultado marcadores abultadísimos en una y otra portería. Setién trataba de implantar un juego de posición muy valiente, desde un 4-3-3 que pretendía recuperar rápidamente el balón en campo contrario a través de la presión alta, y se encontraba un caudal (y un acierto) ofensivo impresionante pero muy poco control defensivo. El 4-4 de Anoeta, muy analizado (aquí y aquí, por ejemplo), fue ejemplar y nos permitió ver (cuando aún todo eran piropos) el gran defecto táctico de ese Betis: curiosamente el equipo no recibía los goles por los problemas habitualmente atribuidos a este modelo de juego (el riesgo en la salida de balón, la exposición a las contras por jugar con poca gente por detrás del balón y defender hacia delante, el balón parado...) sino por su mal posicionamiento en defensa estática: un exceso de ambición por recuperar el balón provocaba espacios entre las dos líneas de cuatro del 4-1-4-1 defensivo bético e inferioridad numérica en el centro del campo, castigados por los equipos que sabían salir de esa presión; el Betis, como en tiempos de Poyet, quería presionar siempre, sin momento ni tasa, y provocaba la aparición de hombres libres para el rival en zonas inconvenientes.
Un segundo problema, este ofensivo, se evidenció cuando era el Betis el equipo presionado muy arriba: fuese por falta de calidad (García, Camarasa, Narváez) o de físico (Guardado) los tres centrocampistas béticos nunca se giraban y corrían hacia la puerta rival para castigar esa presión, que se convirtió en habitual en los rivales para desposeerlo del balón y tratar de hacer jugar al Betis a contraestilo.
Segunda vuelta
La 22ª jornada –curiosamente un partido mediocre salvado por la fortuna– trajo la solución al primer problema: sin alterar su modelo de juego (como pretendió, absurdamente, cierta prensa sevillana) el equipo pasó a un 3-1-4-2 hasta entonces apenas usado rara vez (y solo en fase ofensiva). Este esquema resultó mucho más compacto en fase de defensa posicional: desde entonces los dos delanteros béticos obstaculizarían la típica salida de balón de los dos centrales y mediocentro rivales (azules en la imagen: defensa ante un típico 4-3-3), permitiendo al resto del equipo defender en superioridad numérica.
El equipo ajustaba mejor la presión postpérdida, y además su centro del campo sabía ya cuándo no hacerla, ser más prudente y esperar al rival. Este detalle y el fichaje de Bartra, un verdadero jefe en su sector, permitieron juntar más las líneas en defensa posicional (la de delante más atrás, la de atrás más adelante) y el rendimiento defensivo mejoró espectacularmente: de ser uno de los equipos más goleados de LaLiga pasó a una racha histórica sin recibir goles. El ataque se resintió un tanto, pero el equipo que antes empataba a cuatro pasó a ganar uno a cero, y se disparó en la clasificación.
En esa mejora defensiva y en la solución a los problemas ofensivos en el centro del campo antes citados influyó decisivamente la mejora de rendimiento individual en varios sectores del campo: al fichaje de Bartra se unieron: la irrupción de Junior (sobre todo), Loren y Francis, subidos por valentía de Setién desde el filial; el ascenso de Fabián, que pasó de estar a punto de ser cedido a ser el interior revelación de LaLiga; y la recolocación ocasional de Joaquín por dentro. El Betis ya sí tenía interiores con arrancada (véanse las jugadas de Fabián ante el Levante o de Joaquín en Gerona) y manejo de balón, capaces de castigar la presión alta rival, que de hecho el Betis provocaba claramente con largas posesiones de atracción por parte de Mandi y Bartra. La ventaja táctica de oponer al rival un esquema raro, alterándole los hábitos posicionales defensivos –provocando por ejemplo indecisiones defensivas a la hora de seguir a los carrileros béticos–, jugó también a favor del Betis, que –pese a sus relajados partidos finales acabó sexto.
En cuanto al rendimiento individual de los jugadores, además de los ya citados canteranos o las valiosísimas aportaciones de Bartra y el rejuvenecido Joaquín, hay que mencionar la mejora enorme de Mandi (adaptadísimo a los conceptos de Setién) y el buen rendimiento de fichajes como Barragán, Feddal (hasta su tremenda lesión), Guardado y Sergio León (poco valorados sus trece goles). Entre las decepciones se cuentan un Camarasa poco hábil y desorientado con balón, incapaz de adaptarse al juego que se le demanda en este modelo, un Boudebouz que parece ir entendiendo, muy lentamente, su rol en este tipo de fútbol, y, en menor medida, Javi García y Tello, que aportaron fases interesantes pero a los que se busca relevo en sus puestos.
Inicio de la planificación y perspectivas
Las carencias mostradas por el equipo en los extremos y en los tres puestos del centro del campo (mediocentro, sobre todo, e interiores) hacían recomendable ir al mercado a suplirlas, y más aún una vez conocida la salida de Fabián. Con enorme acierto y a coste de fichaje cero se adelantó trabajo con las llegadas de Canales e Inui, muy buenos futbolistas para equipos que quieran tener el balón, e ideales para jugar como extremos a pie cambiado en un 4-3-3 (aunque Canales se postula también como posible interior derecho). Más arriesgada es la sustitución de los dos porteros, no tanto porque el rendimiento de Adán haya sido muy alto la temporada pasada (particularmente en el antiguo trabajo de parar bajo palos) sino porque la juventud de Pau López y la escasísima continuidad de Joel en las últimas temporadas dan incertidumbre a un puesto decisivo; habrá que confiar en la proyección de Pau y en el ojo de los técnicos béticos.
Abiertamente discutible es la enorme inversión (del orden de dos tercios de lo obtenido por Fabián) realizada en William Carvalho, jugador sin duda de jerarquía, pero más caro de ficha, cuatro años más mayor y (naturalmente) mucho menos bético que el canterano. Ciertamente su puesto, el de mediocentro posicional (con un claro perfil defensivo en su caso) era muy reforzable, y es de suponer que mejorará ostensiblemente el rendimiento defensivo de Javi García. Pero no es esperable de él mucha más capacidad de pase que este, ni velocidad de giro para recibir de espaldas; esto es, tiene limitaciones ofensivas muy parecidas a las del muleño y no parece especialmente adecuado en principio para el modelo de juego de Setién. El primer problema surge cuando aún está de vacaciones: su perfil le dará problemas para jugar por delante de tres centrales (en posiciones más adelantadas que las que suele ocupar un mediocentro en un 4-3-3: tendrá que saber recibir de espaldas y girarse), lo que compromete su uso como mediocentro en el 3-1-4-2 tan exitoso entre febrero y mayo.
Por demás la edad de Guardado y Joaquín más la salida de Fabián hacen imprescindible reforzar, mucho y bien, los puestos de interior, donde más allá del mexicano no hay ahora mismo un solo jugador que ofrezca garantías: Joaquín por esa edad y por no haber sido su puesto natural, Narváez y Camarasa por su fracaso el año pasado, Boudebouz y Canales por su poca predisposición defensiva... Fuera Durmisi y contando a Junior como posible central izquierdo ocasional, el lateral izquierdo necesita también una alternativa. Otros puestos, como el de delantero centro, son naturalmente reforzables, pero no parece fácil encontrar algo mejor que lo que hay a precio asequible.
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