BETIS (2): Rui Silva; Montoya (Aitor Ruibal 55'), Pezzella (Edgar 80'), Luiz Felipe, Álex Moreno; Guido Rodríguez, William Carvalho, Luiz Henrique (Willian José 65'), Rodri, Canales (Paul 80'); y Borja Iglesias.
GIRONA FC: Juan Carlos; Arnau (Yan Couto 89'), Bueno, Bernardo (Tony Villa 79), Juanpe, Miguel Gutiérrez; Aleix García (Joel Roca 89'), Oriol Romeu; Reinier, Taty Castellanos (Manu Callejo 70') y Riquelme (Samu Saiz 70').
Árbitro: Ortiz Arias. Amonestó a los visitantes Bernardo y Miguel Gutiérrez. Expulsó, con roja directa, a Míchel (22'), entrenador del conjunto catalán.
Goles: 0-1 (7') Arnau; 1-1 (15') Borja Iglesias, de penalti; 2-1 (71') Borja Iglesias.
52.000 espectadores en el Villamarín.
El suplicio al que fue sometido el Betis por el Girona el pasado domingo es bien conocido por la afición bética, que lo disfrutó a su favor durante las temporadas 17-18 y 18-19. Como a veces sucedía entonces, al Girona no le alcanzó con jugar bien fuera de las áreas y acabó pagando en jugadas puntuales su inferior calidad individual.
Y es que el partido hasta el 2-1 fue una batalla por el balón que perdió el Betis. Su problema básico fue el buen manejo y la excelente colocación del Girona en salida de balón. El Girona es una especie de sucursal del City; bajo una fuerte influencia de Guardiola, los catalanes practican plenamente el juego de posición: no solo cuidan el balón sino cómo colocarse para que no se lo roben, abiertos y aprovechando todos los espacios, como en un enorme rondo. Situados en un armonico 3-4-3 ofensivo (5-4-1 en defensa posicional), que se hacia algo asimétrico atrás con el central-central algo echado a la izquierda para hacer hueco al portero como un jugador más, los gerundenses supieron encontrar siempre al 'hombre libre', arriesgando tanto como hiciera falta por conservar la posesión.
Ante un equipo así es difícil robar si no presionas man-to-man (a riesgo, claro, de que te pillen en pelotazos verticales). El Betis casi nunca lo hizo y, con un hombre menos que el rival al tirar la presión (más el portero), las grandes distancias entre los jugadores del Girona se le hicieron larguísimas a las habituales posiciones intermedias de presión de los béticos.
Al buen juego gerundense se sumaba el ya repetido problema del esquema: Pellegrini es alérgico a tocar el suyo, y muy bien le va así, pero su 4-4-2 defensivo encajaba mal, como suele, ante un equipo con defensa de cinco. Con dos puntas ante tres centrales (más portero), y con Rodri y Luiz Henrique en tierra de nadie defensiva, los béticos perseguían sombras. El Betis solo pudo robar arriba las raras veces que consiguió realizar una buena presión tras pérdida, sin dar tiempo al Girona a desplegar sus buenas ubicaciones, y solo recuperaba, las más veces, ya en zona defensiva, gracias al sentido de la anticipación de Luiz Felipe y tras un trabajo extenuante de todo el equipo. Por demás, controlado Moreno por el carrilero derecho del Girona y poco profundo Montoya, el Betis perdía rápido la pelota y tampoco hacía mucho daño cuando atacaba el bloque medio gerundense, de líneas bien juntas.
Un efecto habitual del estilo de fútbol del Girona es que el rival suele llegar reventado al final del partido. Así empezaba a sucederle al Betis pasado el minuto 70, con los de arriba además (Canales, Luiz Henrique) muy cargados de partidos, y con el efecto empeorado por la resistencia de Pellegrini a agotar los cambios, difícil de explicar en partidos como el del domingo. Cuando el tramo final empezaba a pintar mal llegó el gol de Borja, que permitió al Betis juntar líneas atrás y defender su área como sabe, con el cuchillo entre los dientes.