sábado, 17 de junio de 2017

Planificación de la plantilla 2017-18

El estricto mutismo que hasta ahora está guardando hace muy difícil conocer los planes del área deportiva bética en torno a la primera plantilla. Se conoce solo el alta del delantero Sergio León, acertado fichaje de un delantero formado hace años en la cantera bética.

Por tanto, para considerar las necesidades de la plantilla tendremos primero que especular sobre las salidas que se producirán. Son bajas seguras o parece muy difícil que sigan en la plantilla Herrera, Piccini, Álex Martínez, Zozulia, Nahuel y los ya cedidos Gutiérrez y Fabián. Más que dudosa es la continuidad de Donk, José Carlos y un Rubén Castro que tiene graves e inminentes problemas judiciales más alguna oferta exótica muy lucrativa. Por desgracia también parece estar en la rampa de salida Petros, un jugador que podría ser muy útil (como titular o segunda opción) en el juego de Setién, bien como interior, puesto en el que haría de Keita de Guardiola y en el que daría alta posesión (roba muchas y pierde pocas), bien como mediocentro de emergencia.

Contra nuestra modesta opinión parecen probables las salidas de Cejudo y Bruno. La polivalencia del primero (en un 4-3-3 puede ser extremo, interior o lateral) y su buen perfil como suplente útil, excanterano, poco conflictivo y seguramente poco oneroso deberían valerle un sitio en la plantilla. El segundo quiere jugar más de lo que ha hecho el año pasado; su perfil defensivo –es rápido, algo importante si se adelanta la defensa– sería útil con Setién, aunque su salida de balón tendría que mejorar; en todo caso sería bueno tenerlo en la plantilla. Tampoco parece nada clara la continuidad de Adán, asunto este de lo más peligroso, y la de Alegría y Jonas, por los que se escuchan ofertas.

Si suponemos que estos cinco jugadores sí permanecen en la plantilla y que también lo hace el resto, tema tampoco claro en los casos de jugadores demasiado cotizados como Durmisi y Ceballos o en cedidos como Pardo, los quince jugadores disponibles podrían quedar repartidos por posiciones en un campo de juego aproximadamente así:


Aunque el esquema de juego no debería ser fijo para un entrenador y menos aún para una dirección deportiva –sí puede y debe estar definido el estilo de juego–, hay necesariamente que tener en mente que Setién muy probablemente use un 4-3-3 al estilo clásico del Barça, con pivote, dos interiores, dos extremos y un delantero centro. De todas estas consideraciones, y partiendo de que quien esto escribe es partidario de pocos cambios en las plantillas, de que estas sean cortas y de echar mano de la cantera, cuyo equipo está bien surtido de interiores, las necesidades de fichaje del primer equipo bético en las que habría que realizar una fuerte inversión serían, por orden de importancia:

- Un mediocentro posicional muy completo, que asegure muy buena salida de balón y pase largo, y al tiempo ocupe mucho campo y, si es posible, vaya bien por alto. No será fácil encontrar un jugador así –digamos que del estilo de Busquets o Alonso y tan bueno como alcance–, pero es imprescindible cubrir este puesto con calidad.
- Un central de calidad y completo: para el juego de Quique necesariamente ha de ser rápido y tener buena salida de balón, y deberá ser zurdo o capaz de jugar en el perfil izquierdo.
- Un extremo, en principio zurdo y para jugar a pie cambiado, con potencia física, recorrido y cierto gol.

Además serán necesarios, con el mejor nivel que se pueda encontrar sin invertir tan grandes recursos:

- Un segundo extremo, de características similares pero diestro, aunque sea probable que Sanabria o León acaben teniendo minutos en esa posición.
- Un lateral derecho de perfil ofensivo, similar al de Piccini.
- Un segundo mediocentro posicional.
- Un interior con buen manejo de balón, con la condición inexcusable de que mejore lo que hay (Jonas, Brasanac, Cejudo, Joaquín, un Pardo que podría actuar en esa posición, Narváez, Hinojosa...). Sin garantía de ello será mejor ahorrar y reducir plantilla.

Por demás, con este último fichaje o no, convendría la salida de un par de jugadores de esa posición (Pardo, si se ficha un segundo mediocentro, Jonas, Cejudo...), y naturalmente en caso de bajas con traspaso como las de Adán, Ceballos o Durmisi habría que reinvertir lo ingresado con jugadores contrastados en sus posiciones.

Los comentarios son siempre bienvenidos. En Twitter, @juanramonlara7.

PD: Ponemos al día el gráfico a 10 de julio, introduciendo bajas y altas y a la vista de la concentración en Montecastillo, pero sin contar con los hoy improbablemente miembros de la plantilla futura Ceballos, Rubén Castro, Zozulia, Nahuel, Pardo, Fabián, y dejando de momento a un lado a los canteranos como Narváez o Junior.



jueves, 15 de junio de 2017

Balances de la temporada 2016-17 (II): la plantilla

Haremos ahora el tradicional balance de la actuación de los jugadores durante la temporada que ha terminado, justo antes de que comience el carrusel de entradas y salidas de cada verano. Servirá el balance también para valorar la actuación del director deportivo saliente, Miguel Torrecilla, tan breve en el cargo como es costumbre en el club y como era previsible al oir los (también acostumbrados) halagos prematuros de la prensa del verano pasado.

Porteros
Adán ha hecho una notable temporada, de rendimiento muy regular y gran fiabilidad, aunque su progresión bajo palos parece haber tocado techo y sus partidos brillantes han sido pocos. Sí ha mejorado notablemente en el juego de pies, algo muy conveniente en el fútbol actual. Su futuro sin embargo es confuso: con dos años de contrato por delante y ocho millones de cláusula, las negociaciones para su renovación se han estancado e incluso circulan habladurías negativas sobre su influencia en el vestuario –pese a que sus declaraciones públicas suelen ser intachables–. El club maneja ofertas y parece tener algún as en la manga (¿Adrián, aun recién renovado en Inglaterra?); más le vale, porque el puesto de portero es importantísimo y dejar salir a Adán sin un relevo de garantías sería un grave error.

Giménez, como en la anterior temporada, ha dado siempre la impresión de ser ese buen suplente en el punto justo de inferioridad con el titular que acata su situación pero trabaja con aplicación. En un plano terciario, como era de esperar, quedó Herrera, un fichaje tan inexplicable y sospechoso como el de Tarek por Macià un verano atrás.

Defensas
Los fichajes de Torrecilla se enfocaron hacia jugadores de precio medio y a las puertas del apogeo de sus carreras (en torno a los 24 años). Fue el caso del gran acierto de su trabajo del pasado verano, el danés de origen albanés Riza Durmisi, un jugador de unas condiciones físicas y técnicas extraordinarias (en particular tiene un excelente golpeo de balón, buen control de este y una tremenda velocidad) que puede llegar a la élite si mejora su mentalización defensiva.

Varios escalones por debajo en todos los aspectos está Aïsa Mandi; rapidito pero demasiado lento para ser lateral, no lo suficientemente fuerte y alto para ser central, aseado técnicamente pero sin calidad para ser mediocentro, rindió aceptablemente en un costado de la defensa de tres pero nunca justificó el fuerte desembolso por su fichaje. Su buena salida de balón le da ciertas chances con Setién, pero si no corrige su blandura la defensa del Betis sufrirá mucho con él como titular.

Al igual que Durmisi, Piccini (que ya ha abandonado el club) se vio favorecido por un sistema que ocultó sus carencias defensivas; aun así el canterano Rafa Navarro le robó la titularidad en el lateral derecho gracias a su superioridad en ese aspecto, y a una técnica efectiva aunque poco vistosa: una vez más se demostró que para gastar millones fuera hay que estar muy seguro de no tener algo mejor o cuando menos de nivel similar en casa. Menguante fue el rendimiento de Álex Martínez en la otra banda, y aunque como suplente puede ser un relleno de plantilla aceptable parece que saldrá del Betis.

El también canterano José Carlos dio sensaciones similares a las de Martínez: no aprovechó sus oportunidades –en particular demostró peor manejo del balón de lo que parecía prometer– y su papel, en el mejor de los casos, será de suplente en un futuro cercano. Al no convencer su rendimiento Víctor solicitó para el perfil de central zurdo al rumano Tosca; como Mandi, tiene un encaje dudoso en defensa de cuatro, aunque nos parece que por velocidad, buen uso del cuero (si bien lo conduce mucho mejor de lo que lo pasa) y falta de altura su puesto natural sería el de lateral izquierdo, con un perfil defensivo. Bruno tuvo poca continuidad esta temporada, aunque sus actuaciones fueron siempre al menos aceptables; aunque rápido y uno de los mejores defensas puros de la plantilla, si no mejora su salida de balón (margen tiene) tendrá muy difícil jugar con Setién.

El central de mejor rendimiento fue con diferencia Pezzella, pese a que su temporada no fue tampoco brillante. Defensa a la antigua como Bruno, se manejó bien para sus condiciones cuando la defensa jugó adelantada, y lució siempre su imponente juego aéreo.

Centrocampistas
La espantosa gestión del puesto de mediocentro posicional o pivote por parte de Torrecilla acabó con Ryan Donk como único candidato más o menos natural al puesto, aunque su físico fuese más de defensa central. El holandés había llegado a la treintena sin apenas pisar una gran liga, y aunque demostró ciertas virtudes, como una gran presencia física y un toque de balón mucho mejor de lo que se le ha reconocido, mostró también un bajo ritmo de juego que lo invalida para el nivel de la liga española.

Para mejorar en ese puesto, sobre todo en lo ofensivo, se parcheó en la ventana navideña con Pardo, una especie de copia algo empeorada de Beñat cuyo rendimiento fue decreciente: tras un gran debut, en el que además de lucir gran cambio de juego robó infinidad de balones por inteligencia, su rendimiento defensivo fue bajando. Llegado cedido, su continuidad puede ser interesante pero no hará dar un salto cualitativo a la plantilla; por otra parte su sitio natural no parece del todo claro en un 4-3-3.


De los interiores llegados en verano, todos de nuevo en torno a los 24 años, el más interesante fue Brasanac, extraño fichaje llegado como oportunidad de final de mercado cuando se buscaba otro perfil, de jugador más posicional. El serbio no es más que eficiente con balón, pero sin él aprovecha muy inteligentemente su buen recorrido para crear espacios a los compañeros y negárselos al rival. Jugador de colmillo retorcido, va duro al choque y no se arruga ante nadie. Debe continuar. Mucho más decepcionantes fueron Felipe Gutiérrez, cuyas buenas maneras nunca se desarrolaron al ritmo debido para nuestra liga, y Jonas Martin, jugador que finalmente resultó ser más bien un delantero o segundo delantero que un centrocampista: ni es fiable en el pase ni guarda la posición, pero sí tiene cierta velocidad, dinamismo y llegada para jugar más arriba; no obstante nadie lo echará de menos si sale.

Petros hizo una temporada irregular, algo decepcionante para los que confiábamos en su explosión; bajó mucho su rendimiento tras renovar, y entró y salió demasiadas veces del equipo. Jugador inteligente tácticamente, curiosamente rindió mejor como pivote de emergencia que como interior, puesto en el que no se mostró tan fiable con balón como la temporada pasada, aunque sí muy activo, como siempre. Por su parte Fabián se vio perjudicado por la inflación de interiores y, sin apenas jugar, acabó cedido en Elche.

La estrella del centro del campo bético fue sin duda Dani Ceballos, que por fin se puso en el escaparate de la Primera División con su brillante final de temporada tras su inexplicable ostracismo en tiempos de Poyet. Contrastado ya en este nivel podemos afirmar que estamos ante el jugador con mejores cualidades físico-técnicas salido de la cantera bética cuando menos desde Joaquín, si no desde Gordillo. Superada su inmadurez, sus únicas carencias parecen ya las tácticas, subsanables en un chico que cumplirá pronto 21 años: aún no sabe esperar el balón en la posición correcta y con él pierde demasiado tiempo en regates y conducciones, y por todo ello frena el ritmo de la jugada, para alivio del rival; si aprende de Modric a usar sus recursos técnicos para jugar de forma sencilla acabará en un grande, porque tiene cualidades técnicas similares a las de Isco en un cuerpo (el suyo sí) nacido para el fútbol. Si sigue, con Setién podrá pulir esos detalles y sin duda brillará en un sistema y modo de juego perfectos para él: su manejo de pelota y su modo de presionar tras pérdida (agresividad, largas piernas que tapan mucho campo) lo convierten en el perfecto interior de un 4-3-3 para el juego de posición, en el que futbolistas así suben muchísimo la cuota de posesión de balón de su equipo.

Obviamente la cláusula de Ceballos (15 millones, se repartan como se repartan) está muy por debajo de su potencial valor, que probablemente de triplicará de aquí a un par de años; por suerte para el Betis no parece tener ahora una salida natural: el Atlético tiene cerrado el mercado, está verde todavía para Barcelona y Real Madrid, y o mucho nos equivocamos o su adaptación lingüística a otras ligas como la Premier sería en este momento tan complicada como lo fue la de su paisano Reyes. En suma, y dado que un traspaso con cesión en el Betis sería mal digerido por la grada, le conviene seguir cumpliendo contrato en el club, sea con renovación o sin ella.

Extremos y delanteros
Seguramente hemos asistido al último año de Rubén Castro en el Betis. Penalizado primero por la absurda posición de extremo en que lo usó Poyet y luego por la pérdida de chispa que es natural a su edad, hizo una buena temporada pese a todo, pero no fue tan decisivo como antes. Tampoco Joaquín está ya en su mejor momento físico, pero también el portuense guarda cualidades que lo hacen útil para el equipo: perdida su arrancada ya no hace daño en el uno contra uno, pero su calidad técnica (nadie en el Betis la controla como él en espacios cortos), su entrega y su juego combinativo pueden dar aún rendimiento.

Decepcionante fue el rendimiento de Sanabria, al que por edad y condiciones técnicas y (sobre todo) físicas habrá que dar tiempo; el club arriesgó mucho con su fichaje, realizado en condiciones casi abusivas, pero las lesiones y la falta de continuidad nunca le permitieron mostrar todo su potencial. A cambio Álex Alegría ofreció un puñado de buenas actuaciones, sobre todo en su papel de referencia de los balones largos; no parece dar el nivel de titular, pero si aprende a soltarla en pocos toques y sube su aportación goleadora puede ser un recurso táctico útil, bien encajable además en un 4-3-3.


Cejudo contó poco, aunque siempre dio la cara y cumplió, y nos tememos que saldrá del equipo, aunque sin duda muchos más merecimientos para ello hicieron Nahuel, que jamás se postuló siquiera para titular (pese al buen cartel que traía como promesa) y Zozulia, fichaje difícil de explicar y personaje cuya esperpéntica historia con el Rayo Vallecano volvió a proyectar una mala imagen del club. Igualmente extraño resultó el caso de Musonda, que en tres meses pasó de fichaje bomba a salir por la puerta de atrás sin digerir un papel secundario que tampoco fue fácil de entender: aun sin gol, su fútbol debió haber encajado bien en lo que pedía Poyet de un extremo.

Poco bueno puede decirse de la gestión como director deportivo de Torrecilla que, como nos temíamos, en nada mejoró a la del denostado Macià. En su favor es justo reconocer que trató de fichar jugadores contrastados en ligas medias pero con proyección futura (por tanto, claro está, más caros) y, sobre todo, que la permanente inestabilidad en su puesto complica mucho el trabajo, pues una vez más el director deportivo hubo de jugarse su puesto en un puñado de fichajes realizados a los pocos meses de llegar, sin tiempo para siquiera organizar un equipo de trabajo a medio plazo.

Juzgado pues como mero fichador, entendemos que el salmantino cometió varios errores: optar (otra vez) por la cantidad en lugar de la calidad, cambiando media plantilla; desequilibrar el equipo, poblando exageradamente zonas como la de interior –con lo que además se tapaba la progresión de algunos de los mejores canteranos del B– mientras puestos como el de mediocentro posicional o el de central zurdo quedaban prácticamente vacíos, asunto del que avisamos en septiembre pasado y que obligó a parchear exactamente esos puestos en el mercado invernal; y, por último y principalmente, acertar poco, pues de los muchos jugadores venidos solo Durmisi subió claramente el nivel respecto a lo que había; muchos apenas cumplieron (Tosca, Pardo, Mandi, Brasanac, Donk, el retornado Alegría), y el resto se movió entre la decepción, el fracaso absoluto y el puro esperpento (Sanabria, Jonas, Gutiérrez, Nahuel, Herrera, Zozulia). En el puesto de entrenador tampoco acertó.

Los comentarios son siempre bienvenidos. En Twitter, @juanramonlara7.

sábado, 3 de junio de 2017

Balances de la temporada 2016-17 (I): un historial táctico

La temporada 2016-17 del Betis merece un suspenso sin paliativos, y solo la fortuna de que hubiese tres equipos muy por debajo del nivel del resto –cosa que, por cierto, no demuestra en sí que la liga española de este año haya sido mejor ni peor que otras, o que la de otras temporadas– ha librado a los béticos del desastre absoluto del descenso. Los números  (15º puesto, 10 victorias, 9 empates, 19 derrotas) son desoladores.

Tan horrible rendimiento abre el debate de si responde al nivel real de la plantilla o si por el contrario factores externos o, sobre todo, la pericia de los entrenadores han lastrado las actuaciones del equipo. El asunto es poco menos que indecidible, y por tanto abierto a opiniones. La nuestra –tal vez arrastrada por el inevitable optimismo de cualquier aficionado al fútbol– es que el equipo daba para más, pese a haber sido muy mejorable el trabajo del director deportivo, y que mucha culpa ha de caer sobre los hombros de Poyet y Víctor, los entrenadores. Veamos sus etapas.

El Betis de Poyet
Solo duró once jornadas el uruguayo Poyet en el banquillo bético, aunque una larga pretemporada y una plantilla confeccionada a su gusto lo hacen responsable de mucho más que de ese cuarto largo de temporada.

La dirección deportiva bética había sido (un año más) renovada y se había fichado (un año más) un número desmesurado de jugadores, con manifiesto exceso de ciertas tipologías, como la del interior corretón; el plan de juego de Poyet, a cuyas necesidades el director deportivo Torrecilla se plegó excesivamente, explicaría en parte semejante inflación.

El entrenador uruguayo vino demasiado britanizado en lo futbolístico y en lo personal; carente de esa hipocresía tan necesaria en Sevilla que se suele manifestar en semanales elogios a la mejor afición del mundo, su escasa diplomacia y su libreto futbolístico anticuado acabaron por defenestrarlo tras muchos partidos malos, pocos buenos y un par de vergüenzas ante los grandes de LaLiga. Poyet traía un plan de juego rígido y de otra época: su equipo pretendía dominar el partido al estilo de la Premier, esto es, imponiendo un ritmo de juego muy alto a costa de una presión agotadora en todo el campo. Esa presión es efectiva cuando se ha encerrado pacientemente al rival gracias a un fútbol de toque –y de hecho esa es una idea básica del fútbol de posición que esperamos ver con Setién–, pero sin esa condición suele ser muy arriesgada y agotadora. El Betis de Poyet solo pudo sostenerla gracias a una buena preparación física y a la presencia de jugadores de mucho fondo, del perfil antes citado (Petros, Brasanac, Jonas...), pero en demasiadas ocasiones acabó en desastre (2-6 ante el Madrid) o con el equipo defendiendo por amontonamiento muy cerca de su área cuando esa presión ya no era sostenible; el Betis nunca trató bien el balón y su pretendido alto ritmo de juego solo se traducía en falta de control de los partidos.

El segundo error de Poyet (desde nuestro punto de vista) fue enrocarse en un esquema preestablecido antes de conocer a su plantilla: un 4-3-3 que se adaptaba mal al juego de su estrella, Rubén Castro. Exiliado las más veces en una banda, lo que en encuentros de posesión baja lo hizo jugar a setenta metros de la puerta rival, el canario enchufó cuatro goles en las tres primeras jornadas y seguidamente se difuminó hasta desaparecer. Sin sus goles, clave del Betis del último lustro, el equipo fue empalmando derrotas y decepciones.

Es inevitable citar el tercer gran error de Poyet: la condena al ostracismo de Ceballos. El canterano había hecho una excelente pretemporada y no solo tenía encaje perfecto como interior en el 4-3-3 sino que su fútbol habría ayudado a alargar las posesiones béticas, algo importantísimo en el juego que se intentaba y que pudo haber tornado hacia el éxito la propuesta del entrenador. Tal vez se debiese a cuestiones de vestuario que no hayan trascendido, o tal vez a una fidelidad mal entendida hacia el director deportivo que recomendase a Poyet dar una oportunidad por delante del canterano a los fichajes de ese verano, competidores por el mismo puesto (Jonas, Brasanac, Gutiérrez); error sobre error, el caso es que Ceballos acabó en el banquillo o incluso en la grada, situación que asumió con sorprendente resignación (al menos de puertas afuera). Si fue una cura de humildad, eso sí, bien le vino.

El Betis de Víctor Sánchez del Amo
Exsegundo entrenador de Míchel y exentrenador del Dépor, Víctor llegó con cierta fama de técnico innovador y puesto al día en cuestiones tácticas. Pronto la justificó con su esquema: implantó una defensa de cinco que no se veía con continuidad por Heliópolis desde hacía décadas –cosas de las modas: hoy vuelve, de la mano de Conte, el Chelsea y la Juventus–. Con esa novedad Víctor corrigió de una tacada muchos problemas tácticos, algunos arriba vistos:

1. Palió la debilidad defensiva, antes que nada por número de efectivos.

2. Halló posiciones más adecuadas para sus hombres de atrás, pues sus laterales, Durmisi y Piccini, cumplían de sobra en ataque pero pasaban problemas serios en defensa con línea de cuatro, y algún zaguero como Mandi –luego el de Tosca sería un caso similar– tenía un tipo intermedio entre central y lateral que no acababa de encajar en la defensa de cuatro, pero sí, y muy bien, en el puesto de central de flanco.

3. Acabó de un plumazo con la necesidad de extremos puros, escasos en la plantilla pero además decepcionantes –Joaquín ya no tiene velocidad para rendir al cien por cien ahí, Musonda, caso misterioso el suyo, empezaba a tener la cabeza en otra parte, y con Cejudo y Nahuel apenas se contó–.

4. Al meter más gente alta –tres centrales e incluso Donk como mediocentro–, y con trabajo de entrenamiento, mejoró a balón parado, aunque esta mejora, como otras, se fue diluyendo con el paso de los partidos.

5. Solucionó limpiamente el problema del encaje de Rubén Castro: el Betis podría jugar con dos delanteros, de modo que Rubén lo haría en punta sin que por ello el equipo perdiese la salida en largo que daba un Sanabria o, sobre todo, Alegría.

La segunda corrección fue la inmediata readmisión de Ceballos, que progresivamente mejoró su rendimiento (siempre muy superior al de los Jonas, Felipe o Brasanac) hasta brillar espectacularmente en las últimas jornadas.

A partir de esa línea de cinco el Betis, probablemente en aplicación de un buen estudio del rival, defendió de modos diversos. En estático el más repetido fue una defensa basculante que adelantaba al carrilero del lado del balón para encimar al lateral de ese lado mientras abandonaba al lateral contrario; pero también se vieron sistemas defensivos en 4-4-2 por retraso del lateral derecho o incrustando al mediocentro.

Durante un buen tramo de temporada el sistema defensivo funcionó bien, y llegó el momento de intentar mejorar el juego ofensivo, espantoso con alguna rara excepción. En las primeras jornadas de Víctor el asunto se había aparcado porque la situación se entendía delicada y los resultados eran buenos. La presencia de Donk como mediocentro –la gestión veraniega de ese puesto por parte de Torrecilla había sido lamentable–, más aún con tres centrales por detrás, permitía pocas exigencias y el aficionado se resignó a no ver fútbol mientras la pelotita entró en la portería correcta.

Pero fue este uno de los grandes fracasos de Víctor, que nunca logró organizar una buena salida de balón. Poco ayudó un (entendemos) error en la colocación ofensiva del equipo: cuando se sale con una línea de tres centrales conviene que en el siguiente escalón haya un número par de jugadores; esto es, además de los dos carrileros, dos interiores (llámeseles mediocentros), como ocurre en el actual Chelsea. Si sin embargo se coloca un solo hombre como mediocentro se puede caer en varios problemas, como fue el caso: que juegue este demasiado cerca del central-central, anulando su salida en conducción y la ventaja numérica en la salida de balón, y que los interiores se abran demasiado, sin apenas pisar los espacios intermedios y sí los terrenos de los carrileros, que acaban escupidos prácticamente a posiciones de extremo. Ambas cosas sucedieron:


La cosa tenía fácil arreglo: añadir (en ataque) a Brasanac a ese segundo escalón del juego, alejando a él y al mediocentro (Donk primero, luego Pardo) del central-central; y dejar la zona de fantasista a la italiana a Ceballos:


Con demasiada gente por detrás del balón, pues era el mediocentro quien solía iniciar la jugada, y sin gente en posiciones interiores –pues Ceballos solía venir muy atrás y muy fuera a pedirla– el Betis corría pocos riesgos pero nunca logró salir desde atrás en ventaja. La única solución fue fichar: llegado el mercado invernal fueron incorporados Tosca, zurdo y con buena conducción, y Pardo como manijero en sustitución de Donk. Obviamente el manejo de balón mejoró, pero el problema no se solucionó. Víctor fue tan inflexible en ataque como era flexible en defensa: casi nunca alteró esa colocación ofensiva, ni menos aún se atrevió a romper su defensa de cinco.

Con el correr de las jornadas se añadió un segundo problema: la falta de continuidad en la motivación del equipo; si con Poyet se bajaban los brazos ante los grandes (con resultados tenísticos como consecuencia), con Víctor, al contrario, se hacía en los partidos feos, como las visitas a campos sin prestigio, también con feísimas goleadas como resultado. Y es que Víctor y su equipo técnico nunca parecieron ganarse la complicidad de los jugadores: lucieron más como tácticos que como motivadores.

Perdida además la inicial fiabilidad en los partidos de casa, goleadas infames ante equipos como el Alavés y el Leganés acabaron por condenar a Víctor. Su sustituto, Alexis Trujillo, tuvo buenos detalles, pero sería injusto –para lo bueno o para lo malo– juzgarlo por dos partidos irrelevantes en las jornadas de la basura. La ruinosa temporada se había llevado por delante a dos entrenadores y, seguidamente, a otro director deportivo; la 2017-18 habrá que comenzarla, una vez más, desde cero, aunque los nombres de Setién y Serra Ferrer suenan mejor que los de sus antecesores.

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