F.C. BARCELONA (2 + 1): Vítor Baía; Ferrer (m. 84, Óscar), Couto, Abelardo, Sergi; Guardiola; Figo, Luis Enrique, De la Peña (m. 99, Popescu), Stoichkov (m. 66, Amunike); y Pizzi.
Goles: Alfonso (m. 11), Figo (m. 45), Finidi (m. 82), Pizzi (m. 85) y Figo (m. 114).
Árbitro: Ansuategui Roca.
28 de junio de 1997. Estadio Santiago Bernabéu. Lleno y buenas condiciones para el fútbol.
Pese a la derrota in extremis, el autor de este blog recuerda haber sentido un sabor agridulce en el Bernabéu al final de la final de Copa de 1997: había asistido a uno de los partidos de más alto nivel del Betis de su vida. Una mirada al encuentro más de veinte años después refuerza esa sensación. Y no solo eso: el partido fue muy rico dese el punto de vista táctico y, visto con la perspectiva de tiempo, deja temas muy interesantes sobre las ideas de Serra Ferrer o la evolución de la escuela de fútbol del F.C. Barcelona, entre otros asuntos. También sería conveniente, por cierto, que muchos aficionados béticos jóvenes lo vieran completo para que revisaran ciertas ideas sobre la calidad de las recientes plantillas del Betis y algunas históricas, como esta o la del 1977; por decirlo muy brevemente, ya quisiera el Betis actual contar con jugadores de la calidad de Ríos, Vidakovic, Alexis, Jarni, Finidi, Merino o un Alfonso –25 goles en Liga ese año– cuyas cualidades técnicas y físicas impresionan mucho aún.
En lo táctico, tras ver consecutivamente la final del 77 y la del 97 la primera impresión de la revisión de esta es que, aunque el encuentro esté a medio camino en el tiempo, el fútbol era ya muy parecido al actual: concebido mucho más colectivamente, con más ritmo, con gran exigencia física y más organización que en el 77. De hecho el Barcelona de 1997, dirigido por Robson con un joven Mourinho de segundo, vivía su primera temporada de la era post-Cruyff y seguía mostrando claramente los rasgos tácticos del cruyffismo: buen trato de balón, estilo bastate posicional (con posiciones de ataque planificadas y fijas como extremos abiertos), el clásico 4-3-3... aunque, como veremos, aún no había refinado su método con algunas sutilezas después importantes.
El plan de Serra
El Betis de Serra Ferrer, tras una excelente campaña, acabó la temporada en chanclas y tuvo tiempo sobrado para preparar concienzudamente el partido. Hombre siempre pragmático, siempre dispuesto a adaptar el estilo de su equipo a lo que sus jugadores, su rival y las circunstancias le indicasen, el planteamiento de Serra fue el ejemplo perfecto de aplicación de un plan de partido específico para las necesidades de un encuentro y un rival concretos (rival, por cierto, que era ya su futuro club: Serra acababa de acordar su incorporación a la dirección deportiva del Barça para la temporada siguiente).
En efecto Serra cambió el estilo y el esquema de su Betis para ese partido. Típicos esquema y alineación de ese Betis, habitualmente un equipo muy ofensivo –sobre todo si lo comparamos con su primer Betis en Primera–, eran esa temporada:
Como puede verse, un 3-4-3 muy asimétrico en el que Jarni tenía pista libre por la banda izquierda mientras que en la derecha Finidi era apoyado por detrás por Jaime.
Sin embargo Serra Ferrer había visualizado un partido especial y cambió radicalmente el modo de juego de su equipo; consciente de la superioridad del rival en manejo de balón (y con la buena noticia de la baja en el Barcelona del enormísimo Ronaldo de entonces), adaptó su alineación y esquema al escenario táctico que previó, en el que el Barça tendría posesiones mucho más largas y su Betis trataría de juntar líneas y atorar el juego por dentro, cortocircuitando el flujo de pases cruyffista. Dado que el Barça jugaría previsiblemente un 4-3-3, que resultó ser este:
Para contrarrestarlo Serra diseñó persecuciones prácticamente individuales en todo el campo y metió a sus dos perros de presa más cualificados, Merino y Cañas, sobre dos hombres decisivos en ese Barcelona: un Guardiola que era el centro de gravedad de esa circulación de balon barcelonista, y un Figo entonces en espectacular momento.
Con el añadido del líbero Vidakovic, vieja figura táctica que entonces daba sus últimos ejemplos, quedó este 4-2-3-1:
El líbero, decimos, empezaba a pasar de moda porque este tipo de emparejamientos al hombre, que provocan un desgaste físico terrible en los defensores, era ya algo un tanto anticuado, pronto sustituido universalmente por las nuevas defensas zonales. En este caso los emparejamientos individuales no eran puros: realmente cada bético tomaba al futbolista del Barça que iniciaba el ataque en su zona y lo seguía por todo el campo, de modo que si varios jugadores del Barcelona permutaban posiciones entre sí durante un tramo del partido (cosa que sucedería con los extremos) sus parejas podían cambiar; pero a efectos prácticos, dado que el Barça tenía una asignación de posiciones muy fija, las parejas se mantuvieron durante casi todo el partido y los marcajes personales de los béticos, muy motivados, fueron implacables, especialmente en los dos casos citados de Figo y Guardiola.
Naturalmente a cambio de su hombre de más en defensa el Betis cedía a su vez una inferioridad en el sector contrario: como veiamos arriba Alfonso debía encargarse de cerrar la salida de Couto y Abelardo, y a poco que el Barça hiciera circular bien el balón atrás uno de ellos podría salir como hombre libre con balón. Ahí se aprecia una de las evoluciones del modelo de juego del Barcelona en años posteriores: la torpeza y poco atrevimiento de sus centrales –especialmente de un Couto que en cuanto podía jugaba el pelotazo largo– y el sacrificio de Alfonso minimizaron esa ventaja. Es por esto que el modelo Barça exige hoy centrales con buena salida de balón.
Obturada la opción Guardiola, para compensar esa mala salida de balón De la Peña retrasó mucho su posición hasta convertir el esquema del Barça en un 4-2-3-1, aunque Alexis lo persiguió igualmente sin piedad, como también veíamos en la imagen real de arriba. Esas persecuciones, eso sí, lo eran solo hasta poco más allá de la línea de mediocampo; de ese modo el Betis no perdía compacidad, separaba poco la línea de cuatro defensas (bien adelantada) de la del mediocampo y dejaba pocos espacios de recepción a Figo y un ya decadente Stoichkov.
Ese era el plan defensivo de Serra. El plan ofensivo, contragolpes relámpago tras el robo, normalmente partiendo desde campo bético, para lo que había situado a dos flechas en las alas, Jarni y Finidi, que buscarían las espaldas de los altos laterales azulgranas, para intentar la llegada directa al gol o el remate de Alfonso, Cañas o Alexis.
Con tal plan poco importaba que Merino jugara como lateral a banda cambiada: las breves posesiones béticas casi nunca daban tiempo a que los laterales se incorporaran al ataque, aunque Jaime se lo permitió en algunas ocasiones.
El desarrollo del partido
El plan funcionó muy bien durante una primera parte en la que el Betis fue algo superior y se adelantó en un golpe de fortuna. Pero a pocos minutos del final de esa primera parte el Barcelona introdujo fugazmente una variante decisiva que –Rijkaard mediante– daría muchas glorias al club en el futuro: el extremo a pie cambiado. Figo y Stoichkov permutaron bandas y el portugués, ya sin la agobiante marca de Merino, empató al filo del descanso en la jugada del extremo del futuro: regate hacia dentro y disparo.
Figo inicia la jugada del 1-1
La hipermotivación de los béticos les permitió sostener el sistema defensivo durante la primera mitad, pero el desgaste de las marcas al hombre comenzó a notarse en un segundo tiempo de claro dominio azulgrana, pese a que Serra sustituyó a los más cansados, Merino y Cañas: Ureña (central casi siempre) entró como lateral derecho desplazando a Jaime a la banda izquierda, y luego Pier entró por Cañas como punta dejando el trabajo de marca a Guardiola a un omnipresente Alfonso, al que sobró energía para bailar a Couto cerca del final del partido y asistir a Finidi en el 2-1. Robson habñia ayudado al Betis con la introducción del inoperante Amunike por Stoichkov y luego había desplazado a Luis Enrique al lateral para meter en su sitio (interior derecho) a Óscar. Poco después del gol de Finidi y cuando los béticos acariciaban un final victorioso, un buen centro a la olla trajo el cruel empate de Pizzi.
Muy gastados los dos equipos, la prórroga fue de ida y vuelta; reforzado físicamente el centro del campo de los blaugrana con Popescu, el Betis sin embargo se vio obligado a desplazar a Pier a la banda derecha por lesión de Finidi. Cuando se acercaba el minuto 120 el Betis recibió el tercer golpe cerca de un pitido final: una serie de rebotes dejaba el balón a los pies de Figo y bajo los palos de Jaro. Agotados y prácticamente con un jugador menos, nada más pudieron hacer los béticos.