miércoles, 25 de mayo de 2016

Resumen táctico del Betis 2015-16

Sorprende la unanimidad entre la afición bética al juzgar la temporada de un Betis recién ascendido que ha quedado décimo; y más aún sorprende porque, lejos de lamentarse de la mala suerte y la persecución arbitralcomo es norma entre los aficionados al fútbol–, el veredicto es cruel hacia su propio equipo: el Betis ha tenido mucha suerte de acabar en ese puesto, y se lo debe básicamente al acierto de quien mete los goles (Rubén Castro) y quien los para (Adán).

No contradiremos nosotros esa sentencia. Es difícil recordar partidos perdidos esta temporada por mala fortuna, y por el contrario fácil evocar muchos en los que la suerte o el acierto de esos dos jugadores dieron puntos sin los cuales el Betis habría caído a Segunda. De hecho el juego verdiblanco ha sido casi tan lamentable como en la ignominiosa temporada de los 25 puntos, y sólo la ausencia entonces de un buen portero y (de facto) de Castro diferencian esa temporada de esta. Por tanto, este post tratará de averiguar y explicar las causas del espantoso juego bético esta temporada.

Para ello trataremos de eludir el fácil debate entre melistas y maciaístas, esto es, entre los que culpan de ese juego a los entrenadores y los que culpan a la falta de calidad de la plantilla –de la que hablaremos en próximas entradas–. Probablemente el elenco no era tan bueno como creía Mel cuando no le ponía un pero en agosto, en tiempos en que tenía buena relación con su director deportivo; pero tampoco tan malo como para justificar el paupérrimo juego realizado. Por demás, el que aquí estimábamos como peor defecto de la plantilla, la falta de gol y de alternativas a Rubén, quedó afortunadamente en un cierto segundo plano gracias al acierto del canario.

El arranque de temporada: el tiquitaca
El Betis de Mel había rematado el ascenso con un vistoso fútbol de toque en el que un mediocampo de buena elaboración y sin extremos auténticos –con Ceballos y Portillo como falsos– surtía a dos delanteros. La plantilla conformada tras el ascenso, con cuatro delanteros puros y llena de tocadores de balón de físico escaso (como Portillo, Van der Vaart o Joaquín) parecía invitar a seguir ese camino, y así lo hizo Mel en los primeros partidos en casa. En su nuevo mediocampo titular aparecía como novedad Joaquín por un Ceballos por entonces con la cabeza en otra parte, y Petros y Van der Vaart se alternaban respectivamente con Torres y Portillo, pero la idea parecía la misma: buscar posesiones largas, ahogar al rival cerca de su área y acompañar a Castro con un segundo delantero –al menos en los partidos de casa–. La cosa empezó funcionando bien: el Betis sumaba once puntos en las primeras siete jornadas. Sin embargo el inmerecido tropiezo ante el Deportivo en la quinta y una fea victoria en Vallecas empezaron a hacer bullir en la mente de los técnicos béticos ideas nocivas. Pronto las pondrían en práctica.

Mel pierde los papeles: los errores tácticos
La derrota en casa ante el Espanyol, fruto de una mezcla de infortunio, desconcentración –volvían ese día los goles en contra tempraneros, de nefasto recuerdo para el bético– y de un error táctico muy concreto de Mel, unida a algunas afortunadas victorias fuera de casa y un par de buenas defensas numantinas con diez, convencen a Mel y su cuadro técnico de que su plantilla no está hecha para el toque sino para el patadón y el juego ultradefensivo, de líneas juntitas y un solo delantero. Transmutado en un moderno Clemente, Mel se desorienta y su Betis se despeña. Tratemos de explicar por qué.

El primer error, repetido por Mel y luego por Merino, ha sido descrito en este blog hasta la hartura. Nos limitaremos a explicarlo brevemente a partir de los esquemas de tres partidos:
 




Como vemos (en verde el esquema defensivo del equipo; en blanco, ya con balón), Petros se juntaba con el falso extremo izquierdo, o tenía que hacer extraños movimientos para evitarlo. En el primero de estos partidos (jornada tres), aún victorioso, habíamos detectado aquí el problema pero no la solución (echamos en cara a Portillo que "está muy bien que juegue como interior, pero debe cruzar menos al lado contrario del campo porque es innecesario y luego llega tarde y cansado a defender su parcela"; pues no: era necesario). Desgraciadamente Mel no fue capaz de ver en diecinueve jornadas ni problema ni solución: al jugar con falso extremo izquierdo y a la vez situar a Petros una y otra vez a la izquierda de su mediocentro de cierre –o, simplemente, obviar ese detalle– ocupó irracionalmente el espacio y condenó a la ruina a sus interiores, tal vez la pieza más decisiva en este tipo de fútbol. Cambiar de lado a Petros y N'Diaye, sencillísimamente, habría mejorado mucho las posesiones béticas: con metros disponibles cualquier jugador parece bueno.

Derrotado tres veces en casa y triunfador fuera en noches de fortuna, Mel decid, como queda dicho, cambiar de modelo de juego a uno contragolpeador. Así no sólo traicionaba sus antiguos principios futbolísticos, sino que –a nuestro modesto entender– cometía dos errores más:

- Prescindir de un segundo punta que acompañase a Rubén, lo que apenas produciría frutos defensivos (en todo caso se acababa defendiendo en algún tipo de 4-4-2) y sin embargo dificultaba mucho la salida en largo y anunciaba, como escribimos aquí entonces repetidas veces, un Betis escasísimo de gol, pues muy poco tenía en segunda línea y además Mel jamás trabajó bien el balón parado. Efectivamente, el Betis acabó la temporada como equipo menos goleador de las grandes ligas europeas, con amplia diferencia, y ello a pesar (deo gratias) de Rubén Castro.

- Con una plantilla de veteranos y jugones, con más técnica que físico, y sin extremos rápidos (culpa esto de Macià, pero un hecho insoslayable a esas alturas), las distancias a salvar hasta la portería rival serían imposibles, y entrar en un juego de pelotazos y segundas jugadas, absurdo. Sin la menor voluntad de dar tres pases seguidos tampoco era posible plantear una presión alta que cogiese al rival encerrado. Como en los peores tiempos de Velázquez el Betis, sencillamente, no tenía plan de juego, más allá de apretar los dientes, evitar errores y encomendarse a Adán y Rubén.

Mel se enrocó entonces en pedir un extremo a la carta –curiosamente nunca usó ahí a Piccini, aparentemente mucho más útil para ese fútbol que el Portillo de turno– y culpabilizar a la configuración de la plantilla del mal juego del equipo. Sin ilusión, el equipo era una ruina táctica: incapaz de jugar a dos o tres toques y sin la menor voluntad ni mecanismos de salida de balón por bajo, su ataque quedaba reducido a pelotazos y carreras individuales, para desesperación de los Portillo, Van der Vaart, Ceballos, Joaquín o Castro; se juntaba cuando había que separarse –para tocarla– y se separaba cuando tocaba defender, en intentos mal temporizados de presión alta que cogían al rival bien desplegado y se convertían pues en temerarios. Jugadores como Portillo o Van der Vaart quedaan definitivamente condenados al ostracismo, mientras chocadores como Cejudo se convertían en básicos. El entrenador entró en una extraña dinámica de bandazos: unos días ponía equipos ultraofensivos (con resultados desastrosos, pues ni así tenía balón), los más ultradefensivos, unos días con falso extremo, otros con dos extremos, unos con Castro y mediapunta, alguno con dos tanques arriba y sin extremos –en vergonzosa tarde ante el rival doméstico–... Finalmente el equipo se desmoronó y Mel acabó despedido.

La segunda etapa de Merino
El nombramiento de Juan Merino coincidió con el cambio de vuelta y las llegadas, cedidos, de Montoya, Musonda y Damião. En sus cuatro partidos postvelázquez de la temporada anterior su trabajo había aportado poco en lo táctico y mucho en lo psicológico: 4-4-2 rígido, poquito gusto por el balón y mucha seguridad defensiva. Ahora tomaba al equipo en una situación muy parecida (Mel se había metamoforseado en un nuevo Velázquez) y, efectivamente, lo mismo aportó: el equipo se rearmó mental y defensivamente, y con Musonda ganó al menos velocidad para aprovechar los espacios en el juego a la contra. Eso, y un mejor trabajo a balón parado, dieron al Betis unos mínimos argumentos ofensivos más allá de los goles de Rubén; con ello y la mejora defensiva el equipo se puso en disposición de competir los partidos y, Adán y Castro de por medio, logró la salvación.

Más allá del orden defensivo, de nuevo desde ese ya citado 4-4-2 sin balón jugase el Betis con segundo delantero o con mediapunta–, poca mejora táctica se observó, y ninguna en ataque. El Betis despreció ya por completo el buen trato al balón, y a ello contribuyó además el mal posicionamiento del equipo en ataque en la mayoría de los partidos, jugados con dos puntas (pues un tanque o Joaquín solieron acompañar a Castro) y dos extremos. Con N'Diaye prácticamente entre los centrales en la salida desde atrás, todos los jugadores del Betis menos su acompañante en el mediocentro (generalmente Petros) quedaban situados en un enorme círculo que dejaba vacía –y coja– la zona de interiores:


El juego de ataque bético osciló desde entonces entre lo flojo y lo grimoso. Cada decisión de Merino llevó al extremo el desprecio del último Mel por la posesión y por una salida de balón decente: Pezzella, tan eficiente en defensa como alérgico al balón, se convirtió en indiscutible; fue habitual ver no ya a un diestro cerrado como central izquierdo, sino como lateral izquierdo –e incluso que los diez jugadores de campo fuesen diestros–, o que Bruno jugase de lateral derecho. El posicionamiento en zonas interiores siguió totalmente descuidado: con dos extremos y dos delanteros ocurría lo arriba visto; si se jugaba con falso extremo en un lado se repetía el problema de solapamiento de Petros con Ceballos o con quien ahí jugase; por tanto, el juego interior sólo fue aceptable cuando Fabián o Ceballos jugaron como mediapunta, y ello, dada la escasa presencia arriba de los extremos, a costa de debilitar hasta la nulidad la llegada al área rival. La disyuntiva toque o gol se dio en adelante por inevitable en banquillo y prensa.

A cambio de semejarse en estos aspectos al último de Mel, el de Merino fue un equipo muy mejorado en defensa desde un bloque bajo de líneas juntas; y en general fue mucho más competitivoraramente recibía ya goles tempraneros o bajaba los brazos–, a lo que bien pudo contribuir una política de convocatorias del entrenador aparentemente caprichosa pero probablemente muy relacionada con el trabajo semanal. Con ello, un puñado de goles a balón parado, las aportaciones de Musonda y un muy buen Montoya (de Damião nada se supo), la notoria mejoría de Ceballos y, ante todo, los goles y las paradas de los dos de siempre, la salvación se logró con relativa holgura, aunque no tanta como insinúa el engañosísimo décimo puesto final.

Los comentarios son, como siempre, bienvenidos. En Twitter, @juanramonlara7.

lunes, 16 de mayo de 2016

Betis 2 - Getafe 1 (38ª y última jornada de Liga de Primera División)

BETIS (2): Dani Giménez; Montoya, Pezzella (Varela, m. 80), Westermann, Vargas (Musonda, m. 46); Joaquín, N'Diaye, Petros, Ceballos; Rubén Castro y Jorge Molina (Fabián, m. 64).
GETAFE (1): Guaita; Damián, Vergini, Cala, Pereira (Álvaro Vázquez, m. 68); Rodríguez (Emi Buendía, m. 58); Pedro León, Moi Gómez (Yoda, m. 63), Medrán, Sarabia; y Scepovic.
1-0, m. 55: Pezzella. 2-0, m. 73: Rubén Castro, de penalti. 2-1, m. 84: Medrán.
Árbitro: Gil Manzano (Comité Extremeño). Amonestó a Petros, Juan Rodríguez, Vergini, Cala, Pereira, Medrán, Damián, Scepovic y Yoda. Muy desacertado en las áreas. Expulsó con roja directa a Emi Buendía en el minuto 74.
Incidencias: más de 40.000 personas en el Villamarín, incluida notable presencia de seguidores del Getafe; ambiente general prosportinguista, y excelentes condiciones para el fútbol. Según las previsiones oficiales el de ayer fue el último partido de la vieja grada de Gol Sur y de Jorge Molina en el Betis.

El buen partido de la tarde de ayer, tan extraño como toda la temporada, sirvió al Betis para quedar finalmente décimo en la clasificación, salvar al Sporting de Gijón y mandar al Getafe a Segunda División.

Primera parte
En lo futbolístico fue un encuentro más que aceptable por parte bética y decepcionante por la de los getafenses, que no quisieron cuando pudieron y no pudieron cuando quisieron. Lo primero sucedió en una primera mitad jugada a ritmo bajo, con demasiado respeto por ambas partes. Los visitantes formaron un claro 4-3-3 (o 4-1-4-1, sobre todo en defensa), en el que Pedro León y Sarabia eran los extremos y Moi Gómez y Medrán se movían en la zona de interiores. El sistema repartiría muy bien a sus jugadores en ataque, pero los madrileños quedarían muy escasos de llegada al área, apenas pisada por Scepovic.

El Betis volvía a mostrar sus virtudes y defectos de la época de Merino. Tras unos primeros minutos dubitativos el equipo se metió en el partido con la tensión debida –pero tan rara de ver cuando un equipo poco se juega en lo deportivo, como era el caso–; el linense volvió a colocar al equipo de forma tan adecuada en defensa como negligente y descuidada en ataque: desde un 4-4-2, Joaquín era extremo derecho y Ceballos falso izquierdo. Desgraciadamente Petros se situaba, como segundo mediocentro, a la izquierda de N'Diaye, y Rubén, arriba junto al homenajeado Molina, caía a la banda derecha en lugar de a la izquierda, resultando la disposición ofensiva amorfa tantas veces vista esta temporada en la que los jugadores béticos se acumulan en el extremo derecho y el interior izquierdo mientras dejan vacíos el extremo izquierdo y el interior derecho.

El heatmap del Betis en la primera mitad,
tan extraño como repetido esta temporada.
Sentido del ataque: de abajo arriba. 

Obligados por tales posiciones N'Diaye y Petros acabaron por intercambiar roles en el tramo final de este periodo: el brasileño se metió entonces entre centrales y el senegalés sub a posiciones de interior derecho. El buen manejo de balón de Dani Giménez y su empeño en jugarlo al pie ayudaban a subir la cuota de posesión del Betis. Con el paso de los minutos los locales se imponían a un timorato Getafe, que sólo llegaba por la banda del técnicamente exquisito León. Había pocas ocasiones, en todo caso, pero más claras las de los béticos. El partido, sorprendentemente, parecía de guante blanco.

Segunda parte
Merino retira a Vargas en el descanso y manda a N'Diaye al lateral izquierdo (¡?), entrando Musonda como extremo y pasando Ceballos al mediocentro izquierdo, junto a Petros. El cambio resulta tan extraño como propio de Merino: el objetivo parece tapar a Pedro León –al que a esas alturas, en todo caso, no le quedaban muchas fuerzas–, aun a costa de renunciar prácticamente a subir el balón por la banda izquierda. Como efecto secundario el Betis quedaba con dos mediocentros muy dinámicos y poco posicionales. Informado además el Getafe en el vestuario –es de suponer– de que los resultados en otros estadios lo mandaban a Segunda, el equipo visitante se lanza al ataque y para ello adelanta la presión. Aparecen los espacios, el Betis se zafa de esa presión muchas veces gracias a la calidad de Ceballos y la velocidad de Musonda, y el partido cambia por completo: hay ida y vuelta, y ocasiones en ambas porterías. El Betis marca pronto.

Esnáider retrasa a Medrán al mediocentro y pasa a su interior izquierdo a Moi, antes interior derecho: Emi ocupa esa zona. Poco después el poderoso Yoda sustituye a Moi y se sitúa como extremo izquierdo –Sarabia pasa a ser interior–. En el Betis Fabián sustituye a Molina, montando Merino un 4-2-3-1 en el que el canterano es mediocentro izquierdo y Ceballos mediapunta –posición desde la que acabará desquiciando al Getafe–. El visitante se tira arriba pero la ansiedad le puede, pierde sitio y balón, empieza a pegar patadas y se le escapa el control del partido.

Esnáider, ya sin nada que perder, mete más madera: Álvaro entra como segundo delantero por un defensa, y coloca un 3-1-4-2 que le dura poco: llega un inexistente penalti y la rigurosa expulsión de Emi. Desde entonces el Betis controla el partido, tenga o no el balón, y juega a las cuatro esquinas con los getafenses. Desesperados, estos se acercan sin mucho orden al área bética, pero apenas tienen ya ocasiones.

Jugador por jugador
Dani Giménez: Recién renovado, el suplente de Adán hizo un partido muy completo, incluida una importante parada, mucha implicación y muy buen juego de pies.
Montoya: Bien en defensa. No profundizó mucho pese a jugar por su lado natural, seguramente debido al exceso de circulación por su banda.
Pezzella: Gran partido. Gol aparte, las ganó todas por alto y por bajo, y jugó la pelota con más cuidado del habitual.
Westermann: Anda algo lento, pero siempre está donde debe.
Vargas: Lento como en sus peores días y demasiado arriesgado con balón, fue cambiado de forma un tanto extraña. León le hizo mucho peligro.
Joaquín: Esforzado, correcto y poco brillante, como casi siempre esta temporada. En la primera mitad tuvo que meterse mucho por dentro, por razones ya descritas.
N'Diaye: Defendió tan bien como siempre. Cualquier día lo pondrán de portero.
Petros: Sigue alternando su trabajo estajanovista y su inteligencia con esporádicos errores de bulto en el pase.
Ceballos: Dio muestras de nuevo de su enorme calidad, especialmente si juega donde debe, de falso extremo. Remató al Getafe en la segunda mitad. Su antideportividad ya es bien conocida en Madrid. Es sin duda el canterano del Betis con mejores condiciones desde Joaquín, o tal vez desde bastante antes.
Molina: Se movió bien. Con minutos seguramente habría alcanzado un nivel de forma más que decente.
Castro: Aunque de penalti, metió su gol número 19. Poco que añadir.

Musonda: El partido se puso para él y lo aprovechó perfectamente. Sus asociaciones con Ceballos prometen muchísimo.
Fabián: Demostró que si aprende a defender puede ser un buen mediocentro. Ve bien el fútbol y tiene toque.
Varela: Cerró bien en el poco tiempo que jugó.

Merino: El equipo jugó, tal vez, el mejor partido de su tiempo en el banquillo. Como siempre, metió motivación y situó bien a los jugadores en defensa.

Los comentarios son siempre bienvenidos. En Twitter: @juanramonlara7.

domingo, 8 de mayo de 2016

S.D. Eibar 1 - Betis 1 (37ª jornada de Liga de Primera División)

S.D. EIBAR (1): Irureta; Capa, Dos Santos, Ramis, Juncà; Radosevic (Saúl Berjón, m. 61), Dani García; Keko, Jota (Sergi Enrich, m. 46), Adrián; y Borja Bastón.
BETIS (1): Adán; Cejudo, Pezzella, N'Diaye, Montoya; Xavi Torres, Petros; Musonda (Varela, m. 88), Joaquín (Molinero, m. 73), Portillo (Van Wolfswinkel, m. 83); y Rubén Castro.
Árbitro: Martínez Munuera (Comité Valenciano). Amonestó a Dos Santos, Cejudo, Montoya y Adán.
Goles: 0-1, m. 36: Rubén Castro. 1-1, m. 73: Sergi Enrich.  
Incidencias: 5.000 aficionados en Ipurúa, con presencia de seguidores béticos en todas las gradas. Terreno en buen estado pese a la lluvia abundante en la segunda parte.

El Betis ha logrado su permanencia aritmética tras un partido muy típico de esta temporada suya: mediocre en lo defensivo, espantoso en lo ofensivo y salvado gracias a Adán y Rubén Castro. Ha de subrayarse, una vez más, que la absoluta inferioridad del juego bético respecto al del rival (el Eibar, sí, el Eibar) no es cuestión opinable ni de estilos de juego. Esto es, no se trata de si nos gusta más o menos un juego de posesión, de contragolpe, de presión alta o baja... sino de crudos hechos objetivos. Observemos el cuadro de disparos a gol de ambos equipos en este partido, subrayando que muchos de los disparos eibarreses fueron tiros no forzados.

Remates a puerta de Eibar (izqda.) y Betis en el partido de hoy. Verde: a puerta. Amarillo: interceptados por defensas. Rojo: fuera. Fuente: Marca

Queda claro por qué no perdió el Betis: como tantas veces este año, un delantero bético acertó más que los rivales, y el portero bético paró mucho más que el otro. Simplemente.

Primeros veinte minutos
Jugó el Eibar con un planteamiento muy convencional: no es exactamente el clásico equipo norteño de antaño, dedicado en exclusiva al patadón, el salto y la segunda jugada, pero tampoco el equipo jugón que nos vende ahora alguna prensa. Trató aceptablemente el balón dentro de sus posibilidades –recordemos que esta es su primera temporada en la máxima categoría en la que elude el descenso por méritos deportivos–, pero sigue siendo uno de los cuadros de la división que más juega en largo. Posicionalmente arrancó el partido con presión alta desde un típico 4-2-3-1 en el que Radosevic y Dani García se escalonaban y se turnaban para sacar el balón entre los centrales, Jota hacía la mediapunta, y el rápido Keko más Adrián se abrían como extremos, quedando el goleador Bastón en punta.

Enfrente Merino plantaba un esquema similar y, forzado por las bajas, alineaba un equipo menos defensivo de lo habitual: Cejudo era el lateral derecho, mientras N'Diaye era el central izquierdo y cedía su puesto de mediocentro posicional a Xavi Torres. Musonda partía como extremo derecho y Portillo como falso extremo izquierdo, pues su tendencia natural sería, como siempre, a meterse por dentro cuando el balón lo tuviese el Betis. Arriba Joaquín quedaba en punta con Rubén, aunque ligeramente más atrasado en defensa.

Pese a las buenas posibilidades posicionales de esa alineación, un día más las ubicaciones ofensivas del Betis en la salida de balón fueron un absoluto caos. Petros, las más de las veces echado a la izquierda de Torres, solapaba su zona ofensiva de interior con el falso extremo izquierdo, en este caso Portillo –como le ha venido sucediendo a este equipo en muchos partidos, desde al menos la quinta jornada de Liga, jueguen ahí Van der Vaart, Ceballos o el citado Portillo–; lo mismo hacía casi siempre Joaquín como extremo, echado a la derecha de Rubén, con Musonda. Entre esto, la falta de calidad en el manejo de balón de los defensas –mención especial siempre en este punto a los habituales y horribles pelotazos de Pezzella–, la presencia de un lateral a pie cambiado, la ausencia de un delantero que bajase balones largos y la absoluta falta de atención e intención para sacar el balón jugado, resultó una posesión muy favorable a los locales.

Ha logrado Merino que su equipo sea aguerrido en defensa y que cada cual cumpla su papel con denuedo, pero tampoco está bien trabajada la presión de los béticos. Al contrario de lo que sucede en otros equipos, la pareja de delanteros no tiene claro cuándo y cómo saltar a la presión de los dos centrales y cuándo contemporizar para defender a éstos más el mediocentro retrasado, de modo que en demasiadas ocasiones la jugada del rival sale suelta en igualdad numérica. Las basculaciones hacia dentro de los hombres de banda, el trabajo de Joaquín sobre el medio-ancla cuando la jugada ya había superado esa presión (entonces sí) y el buen trabajo defensivo de los mediocentros al menos logró escupir las jugadas locales hacia las bandas; la limitada calidad de los locales (pese al buen lateral Juncà) y el firme partido de centrales y portero béticos salvaron el peligro en muchas esas situaciones, y el propio guardameta salvó algún remate muy claro en esta primera parte.

Minutos 20 al 45
Tal vez este analista tenga fijación con el asunto de la colocación de los interiores –y extremos–, pero el hecho objetivo es que el buen juego bético sólo llegó en este partido (y no es la primera vez que sucede esta coincidencia) cuando se corrigió el problema. Resulta irónico que esa corrección no la hiciera Merino del modo más sencillo (cambiar de lado a las parejas de mediocentros y delanteros), sino por el retorcido método de cambiar de banda a los extremos; esto, junto a otros sucesos similares de los últimos meses, nos lleva a pensar (con todo respeto) que Merino y sus ayudantes son absolutamente inconscientes del problema y aciertan por pura casualidad. La permuta de Musonda y Portillo (que dejaba al andaluz de interior derecho y a Petros de izquierdo al atacar), unida a cierto cansancio local, dio como resultados la completa inversión de la posesión y una sustancial mejora del juego. Llegó así un gol, y cerca estuvo el segundo.

Tramo final de la primera mitad: el Betis se coloca más o menos bien de pura casualidad. Posiciones defensivas en verde, ofensivas en blanco

Segunda parte
Merino confirma las sospechas: Petros se cambia de lado y se coloca a la derecha de Torres, arruinando otra vez la posición de Portillo. El Betis maltrata el balón y renuncia progresivamente a la posesión, que alcanza niveles sonrojantes (70/30% en esta mitad... y sí, contra el Eibar). Torres se borra en ataque y Petros es ya una máquina de perder balones. No hay tampoco el menor plan de contragolpe o de salida en largo: la más tímida presión eibarresa acaba en pelotazo de Pezzella hacia nadie o de Adán hacia Musonda, probablemente el más bajito sobre el campo. Los intentos de saque rápido hacia Rubén recuerdan el plan de ataque de los más lamentables partidos de Mel esta temporada.

Mendilibar mete delanteros: primero Enrich por su mediapunta, y luego Berjón como extremo izquierdo, lo que convierte a Adrián en mediocentro ofensivo. El Betis se instala en su borde del área. La lluvia aprieta. El Eibar, que saca la pelota jugada sin el menor agobio, monopoliza el balón, juega ya siempre en campo bético, cuelga mil balones, y gana siempre el rechace, resultando un goteo de ocasiones y llegadas que salva casi siempre Adán. Merino atornilla atrás al equipo sin el menor decoro futbolístico doblando lateral por las dos bandas, aunque al menos trata de dar alguna salida con Van Wolfswinkel. Afortunadamente para el Betis sólo cae un gol.


Jugador por jugador
Adán: Partido magnífico, aun descontándole que el difícil gol no era completamente imparable. Hizo varias paradas de las milagrosas, ganó siempre por alto y no falló casi nunca con los pies pese a lo mucho que lo expusieron sus compañeros.
Cejudo: Tras un par de errores defensivos de concepto al inicio, cumplió como lateral.
Pezzella: Hizo un partido defensivo francamente bueno, pero su manejo de balón es sencillamente indigno de un jugador de Primera División.
N'Diaye: Excelente partido. Perfectamente colocado, se impuso siempre en defensa y trató a la pelota con mucho más respeto que la mayoría de sus compañeros.
Montoya: Otro buen partido pese a jugar en su lado malo. Tiene muy buenas condiciones para el puesto y las sabe usar.
Musonda: Aunque no ande fino con balón y siga sin saber cuándo encarar y cuándo soltarla, es fundamental tener un jugador como él, que ataca como delantero pero sigue a su lateral. No hay tantos de esos.
Petros: Hizo un aceptable partido defensivo, pero con el avance de la temporada ha bajado muchísimo su rendimiento ofensivo, hasta llegar hoy a lo muy flojo.
Torres: Apenas se le notó en el campo, y eso que juega en el centro. Tal vez no sea mala noticia.
Portillo: Pese al poco balón que tocó el Betis, buen partido en ataque, incluso con un muy buen pase de gol a Rubén, cosa rara. Se fue diluyendo hasta ser cambiado.
Joaquín: La jugada con asistencia del gol le salva un partido por demás mediocre en ataque. Siempre trabajador.
Rubén: Metió su decimooctavo gol, y casi el decimonoveno. Aportó poco más, pero tampoco vamos a pedírselo.

Molinero: A lo suyo, defender. Apenas tocó balones.
Ricky: Dio alguna salida.
Varela: Aparición casi testimonial como mediocampista de banda.

Merino: Todos los béticos hemos de estarle muy agradecidos por su esforzado trabajo y dedicación. Asumió la dirección del equipo en un momento difícil y lo ha salvado con cierta holgura. Sin embargo, una vez termine la temporada el club debería despedirle, con todos los honores, de la dirección técnica de cualquiera de sus equipos de élite. 

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